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Hoy leo un artículo en prensa que hace referencia a un "famoso estudio científico sobre el dispar comportamiento de dos variantes casi idénticas de "monos del Nuevo Mundo" publicado en la revista Biology Letters. 


Ambos miden menos de medio metro y apenas les distingue la disposición de los mechones blancos en el pelo, pero mientras el tití común (Callithrix jacchus) que habita en los bosques del noreste del Brasil aguardaba pacientemente en el laboratorio el tiempo que hiciera falta a que se terminaran de llenar los recipientes de comida, el tamarino algodonoso (Saguinus oedipus) de la selva colombiana adoptaba una postura exigente y activa reclamando el alimento tan pronto como lo veía circular. Junto a sus observaciones, los autores del estudio aportaban la explicación. Los titíes son animales fluidófagos que se alimentan de la savia y otros exudados de árboles y plantas por el procedimiento de hacer una hendidura en el tronco, aguardar el tiempo necesario y limitarse a poner la boca. En cambio los tamarinos algodonosos son insectívoros, de forma que si no cazan a sus presas, sorprendiéndolas en reposo o aunque sea al vuelo, sencillamente no comen". **

Es un artículo sobre política, pero al leerlo he pensado en la educación y en el papel que desempeñamos los padres.

En el estudio del laboratorio, los monos iban a comer sí o sí... pero el tití común contaba con ello y lo daba por hecho mientras que el tamarino algodonoso no lo daba por hecho. No estaba acostumbrado a esperar de manera pasiva que las cosas ocurran.

La paciencia es una virtud que debemos ayudar a que nuestros hijos desarrollen, sin duda, pero necesitan "nervio", necesitan aprender que las cosas no ocurren sin esfuerzo, necesitan tener la sensación de que si ellos no hacen nada, todo seguirá igual.

Y creo que muchos de nosotros, los padres, estamos siendo blandos. No queremos que les falte nada y muchas veces, sin que sea necesario, hacemos por ellos lo que ellos mismos podrían hacer por su cuenta. Y nos solemos justificar diciendo: "es que así vamos más rápido", "yo no tengo tiempo como para que él lo intente hacer por sí mismo; se equivoca, tiene que volver a empezar, lo deja todo perdido... mejor lo hago yo y ya está".

Con esta actitud, conseguiremos hacer de él un tití común... Pero la vida nos demuestra que las personas no podemos adoptar la actitud del tití común, que no podemos dar por hecho que otros vendrán a resolver nuestros problemas. Cada vez se hace más necesario que la persona asuma su protagonismo y adopte la actitud del tamarino algodonoso... ¿o no?

**Diario El Mundo - Editorial de Pedro J. Ramírez - domingo, 2 de junio de 2013

2 comentarios:

  1. Estupendo como siempre Mónica.

    También se puede aplicar a nosotros los padres en cuanto a la educación de nuestros hijos. Debemos actuar y no esperar a tener suerte...

    ¡Gracias por escribir!

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  2. Lo siento pero creo que habría que matizar un poquito....... Estoy de acuerdo en que no debemos hacer por los hijos todo lo que ellos podrían, es más deberían, hacer por ellos mismos. Y es cierto que creo que deberíamos recapacitar sobre todo ello y dejar a un lado nuestro estrés y frenar un poco para que efectivamente nuestros peques se alejen de la actitud del tití común y se aproximen a la actitud del tamarino algodonoso.
    No obstante, seamos conscientes de que el tamarino algodonoso adopta una postura "exigente y activa". Creo que es IMPRESCINDIBLE que nuestros hijos tengan una actitud "activa" ante la vida, que estén despiertos a lo que pasa alrededor y elijan lo que crean mejor en cada momento, que sean un poco tamarino algodonoso, pero.........¡¡sin exigencias!! No podemos caer en el error de educar o mejor maleducar, a nuestros hijos en el "yo me lo merezco todo y por eso exijo todo", y me temo que esta es una actitud que abunda a nuestro alrededor.

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